La violencia de género en Colombia es silenciada gracias a que la justicia no ofrece las garantías suficientes para sus denunciantes. Según datos de Medicina Legal hay 15.200 casos de mujeres que se encuentran en alerta máxima por ser posibles víctimas de feminicidio.
Paola Noreña conoció a Miguel Rozo y sostuvo una relación con él durante seis meses. Ella empezó a notar comportamientos posesivos con tintes de obsesión. Hasta 30 llamadas en un día, mensajes de “te necesito” o “no quiero estar sin ti”, hicieron que prendiera sus alarmas en contra de la relación que cada día se tornaba más turbia. Por eso, decidió ponerle fin y cómo era de esperarse, Rozo no lo tomó muy bien. Ocho días después la agredió con la única intención de causarle la muerte.
El 6 de abril de 2017 fue atacada con arma blanca, luego de salir de su lugar de trabajo. Rozo había intentado degollarla fallando en su macabro plan. Pero esto no evitó que le causara dos heridas, una a la altura de su cuello y la otra en su rostro. Durante el ataque y las horas posteriores a este, Paola no perdió el conocimiento, lo que le permitió llegar consciente al hospital para denunciar a viva voz y con nombre propio a su victimario. Desde el vehículo de un hombre que se apiadó de ella, pudo contactar a sus familiares; “Mami te amo, estoy herida, voy para el hospital”, fueron sus palabras. La oportuna atención médica fue determinante.
Al revivir el duro momento, pudo identificar a Rozo por la ropa que tenía puesta, un jean Levis que vestía en ese momento, los zapatos y el pasamontañas, así como por su contextura física. Más adelante, la investigación junto con las cámaras de seguridad, le darían la razón.
Luchó durante dos largos años para que la justicia colombiana castigara en derecho a su victimario y lo que obtuvo, fue que su agresión se tipificara como un homicidio en calidad de tentativa, y no como lo que era, intento de feminicidio.
Miguel Rozo se declaró inocente, y una semana después del ataque fue detenido de manera preventiva mientras se realizaban las diferentes pesquisas para comprobar su participación en este atentado que había sufrido Paola. Gracias a las dilataciones del sistema, logró quedar en libertad por vencimiento de términos en agosto de 2018.
El 29 de julio de 2019, Paola y su familia recibieron la noticia que tanto habían esperado, un juez determinó que Miguel Rozo sí era responsable del intento de homicidio, condenándolo a 21 años de cárcel. Una victoria agridulce.
Paola no solo sufrió heridas físicas, también quedaron secuelas de aquel ataque, y a hoy, ella sigue luchando para poder cerrar ese doloroso capítulo de su vida. Durante 9 meses, se sometió a terapias para recuperar los movimientos de su rostro tras la pérdida del tercer nervio facial y lo más importante, recobrar la confianza para salir de nuevo a las calles.
En la actualidad Rozo se encuentra prófugo de la justicia. La resiliencia ha sido el bastón de Paola. Ella decidió emprender una lucha en pro de los derechos de las mujeres víctimas de la violencia de género.
Tras vivir este atentado contra su integridad, Paola conoció a otra víctima de Miguel Rozo. Una exnovia que al parecer vivió maltratos a merced de este individuo. Ella decidió testificar en su contra pero pidió reserva de su nombre para proteger su vida y la de sus seres queridos.
Denunciar a los agresores a tiempo, puede salvar nuestra vida y la de otras mujeres. No es momento de callar, debemos estar unidas para enfrentar la violencia de género porque no sabemos quién pueda ser la próxima víctima.
Tampoco es momento de ignorar las señales de una pareja tóxica y con problemas de maltrato. La violencia se representa de muchas maneras; física, sexual, verbal, económica y social. Muestra matices de agresividad, celos, inseguridad, posesión, prohibición, obsesión, entre otros. No las ignores, tu vida depende de ello.