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El machismo del matriarcado

Según el diccionario, el machismo es una actitud o manera de pensar que el hombre es por naturaleza superior a la mujer.


Esta definición se ve reflejada en todos los aspectos de la vida misma; afectiva, económica, social, religiosa, familiar, etc... Y es clara al decir que es una especie de superioridad del hombre, ¿Pero cuando no proviene de parte de un hombre sino de una mujer, sigue siendo machismo? ¡Sí!


Hablar de machismo, ese que desde muy chicas hemos vivido algunas mujeres, por no decir que todas, me lleva a reflexionar y a aceptar que no siempre proviene de un hombre. Que muchas veces está disfrazado de abuela, mamá, suegra, sociedad, “tradiciones”, es decir, el machismo también lo practican las mujeres.


¿Han escuchado estas frases en algún momento?


- Usted debe conseguir una mujer sumisa para que el hogar funcione. María de 50 años a su hijo Pablo.


- Su mujer debe estar en la casa con los niños y usted en el trabajo. Camilo de 35 a su hermano Sebastián.


- ¿La mujer ganando más que el hombre? Eso no debe ser así. María de 60 años a su primo Óscar.


- Usted no debe consultarle todo a su esposa. Edith de 56 años a su hijo Andrés.


- Esa mujer es libertina y no merece ser respetada por salir con otros hombres, no importa que esté separada. Nubia de 48 años a su mejor amiga de la misma edad. Ellas dos tienen esposo.


-El hogar lo hace la mujer. Ana de 50 años a su hija de 35.


-La realización de la mujer se da cuando traes una vida a este mundo. Carolina de 30 años a sus amigas que no quieren ser mamás.


Podríamos quedarnos en esto todo el día y no terminaríamos de escribir las mil maneras en las que las mujeres matriarcales son machistas con otras. Imponiéndoles responsabilidades solo a ellas, mientras excusan las ausencias del hombre en la relación, en el hogar, en la vida y hasta en la misma sociedad.


Y para no ir más lejos, les contaré la historia de mi familia. Mi mamá es una mujer maravillosa que siempre me ha llenado de consejos de amor propio y autoconfianza, eso ha hecho conmigo, pero con mi cuñada no es igual. A pesar de saber que mi hermano no es precisamente el hombre ideal, a ella le pide considerar sus posturas que la debaten entre el respeto y la sumisión, para que no "se dañe" el matrimonio. Por los niños, la vieja y confiable excusa con la que muchas mujeres han llevado una vida de infelicidad con su pareja, todo en el nombre del hogar, los hijos, la familia…


Recuerdo que desde muy pequeña, ella y mi papá tenían una relación en la que él era machista, era posesivo, la celaba todo el tiempo, la trataba como la empleada de la casa. En ese momento de mi vida, la infelicidad de ellos era el fiel reflejo de lo que es casarse por obligación.


Mi mamá fue sumisa los primeros años, pero después descubrió la libertad e independencia que le otorgaba tener un empleo y manejar su propio dinero, algo que a él le costó mucho aceptar, pues se había dado cuenta que ya no la podía manejar. Cuando se fueron a vivir juntos, nada fue lo que pensaron y es que claro, no tenían edad para formar un hogar. Les tocó vivir como grandes cuando apenas eran unos adolescentes. Ella embarazada y él sin empleo o estudios. Ahí sus vidas cambiaron para siempre.


Al final de esa historia y muchos malos ratos, el hogar que “defendían” en el nombre de los hijos se fue a pique. Se separaron un par de veces porque se dieron cuenta que la vida en familia ya no era saludable.


Mi papá empezó a vivir su vida al igual que mi mamá. Nosotros fuimos creciendo y con el paso de los años, mi mamá se volvió machista. Ella era la que juzgaba a las mujeres y ponía en primer lugar a mis hermanos, incluso cuando era consciente de que ellos no eran buenos esposos, hijos, o hermanos.


Los consejos de no permitir maltrato y abusos vinieron de parte de mi papá, empezó a invertir en mis estudios porque como él mismo decía, no quería que su única hija dependiera de un hombre y menos que tuviera que aguantar malos tratos o golpes.


Ella por su parte, se cerró a la posibilidad de que yo, su única hija mujer se fuera de su lado, por eso le costaba entender que debía salir a explorar el mundo, viajar y disfrutar de todo lo que yo sabía que me esperaba allí afuera.


El machismo la hizo una persona cerrada ante la posibilidad y el derecho de otros a ser felices. Con muchos años de discusión y algo de liberación, ella entendió que debía cambiar sus posturas, pero esto es algo que las mujeres vivimos a diario y la lucha empieza al interior de los hogares ya que nuestra batalla se da en contra del hombre machista y también de la mujer, la mamá, la suegra, las amigas, la sociedad, que piensan que por el hecho de ser mujeres, debemos “ceñirnos al plan o la tradición” de que estamos para quedarnos en la casa no sin antes aprender a limpiar, cocinar, y atender a los niños, mientras los hombres tienen hasta permiso para tener amante.


Ahora, no se trata de juzgar a las que piensan así, debemos con hechos y derechos hacerles ver que la vida puede cambiar y que no importa el tiempo en el que nos hicieron creer que así era como funcionaba, todo, absolutamente todo puede repensarse y adquirir nuevas tradiciones en donde el valor de los hombres y las mujeres estén en equilibrio y equidad.


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